miércoles, 12 de marzo de 2014


ENTRE VAYASEMANITARRIETA Y ELOTROLADODELACAMARENA


'8 Apellidos vascos' se postula como una de las 'revientataquillas' del curso desde una propuesta que parece edulcorar la transgresión de los tiempos de Borja Cobeaga en 'Vaya semanita' para ensamblarla con la esencia 'cool' de 'El otro lado de la cama'
 

 


“¡Euskadi tiene un color especiaaaaal!”. La primera en la frente. Cuando, hace ya un tiempo, comenzaron a pulular los primeros rumores sobre un proyecto cómico que abordaría el ‘conflicto vasco’ o al menos que se ubicaría en este entorno, uno, ciego, vislumbraba una peli ácida. Más todavía, al conocer la implicación en el film de Borja Cobeaga y su compañero Diego San José. En ascuas aún, este viernes saldremos de dudas pero las promociones del último trabajo de Emilio Martínez-Lázaro (El otro lado de la cama (2002) insinúan un film bienintencionado en aras de rozar el beneplácito general y no lastimar susceptibilidad alguna. Comprensible.

Comprensible aunque algo desolador para el espectador sin prejuicios que veía en la temática un filón con tanto jugo. El propio tándem que guioniza la cinta, Cobeaga-San José, ya lo demostró en aquella época dorada de Vaya Semanita (2003-actualidad) con el Pelanas a la caza de txipironas o Joxepo perdiendo el bote. No obstante, hay que remarcar el sonoro fracaso en que se constituyó su traducción -catódica- estatal, Made in China (2005), cancelada en un suspiro por los regidores del ente público en otra práctica propia de entidades de carácter privado. La traslación de un humor tan local no es tarea fácil. Se entiende por lo tanto que esta primera toma de contacto desde una perspectiva cómica de la industria cinematográfica española con el entorno abertzale se haga con suma cautela por las diferentes posturas que lo rodean. De hecho, Borja Cobeaga viene anunciando desde 2010 su próximo proyecto: Fe de etarras. Este trabajo –para el que también se barajó el nombre de Etarriza como puedas- no ha fructificado y la identidad en la ficción de sus protagonistas, miembros de la banda, parece tener la culpa. La sociedad, en términos generales, no está preparada para una película así. O eso piensan los señores productores.
 
 

Por otra parte, hay que recordar que el ‘conflicto vasco’ en sí, ha sido llevado a la gran pantalla en múltiples ocasiones con resultados varios. Desde la Operación Ogro (1979) de Gillo Pontecorvo y musicada por Ennio Morricone sobre el atentado contra Carrero Blanco -tema que también trató Comando Txikia: muerte de un presidente (1976), con Paul Naschy, Juan Luis Galiardo y Toni Isbert- hasta la reciente Lobo (2004), pasando por La fuga de Segovia (1981) de Imanol Uribe, Sombras en una batalla (1993) de Mario Camus, Días contados (1994), Yoyes (2000) o La pelota vasca (2003). Desde un flanco diferente por género y más oscuro, Eloy de la Iglesia describió con rotundidad este entorno en El pico (1983) mientras que Aupa Etxebeste! (2005) ahondaba de un modo satírico en el costumbrismo vasco a través de la comedia y sin incidir en las aristas sociales modeladas por el ‘conflicto’.
 
 

Pero este contexto no debe ocultar que Clara Lago es una buena actriz con dotes para la comedia. Como un Karra Elejalde que, me da a mí, salvará la cinta en buena parte. O la aidística Carmen Machi. Y Dani Rovira pese a que se trata de su debut en el cine. No debería importar demasiado. El tránsito del club de monólogos al plató es práctica común en Estados Unidos donde el género cómico en el celuloide se ha nutrido de la stand-up comedy (monologuistas) en general y, en concreto, de Saturday Night Live (1975-actualidad). Como se mencionaba en un post anterior, el programa de la NBC ha sido cuna artística de iconos del género como Dan Aykroid, John Belushi, Chevy Chase, Eddie Murphy, Billy Cristal, Bill Murray, Martin Short, Adam Sandler, Tina Fey, Will Ferrell, Mike Myers… En la industria patria este paso se ve con naturalidad desde la irrupción en antena y posterior éxito de La hora chanante (2002-2005), sobre todo, y de El club de la comedia (1999-2005) con los Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Joaquín López o el mismo Dani Rovira que han iniciado este tránsito.


‘Oso de Oro’ Martínez

Más allá de condicionantes externos, aunque puedan haber coartado el film de manera interna, no hay que olvidar que 8 apellidos vascos viene firmada por Emilio Martínez-Lázaro, un buen director cuyo talento ha quedado patente en múltiples trabajos. Empezando por el segundo de ellos, Las palabras de Max (1979) por el que logró el Oso de Oro en Berlín. Postulados cinematográficos lejanos a los que defiende en esta comedia de apariencia intranscendente, pensarán muchos. Sin embargo, Martínez-Lázaro traslada coherencia mediante una filmografía que le ha ido colocando en proyectos de mayor envergadura pero en los que nunca ha frivolizado. Desde Lulú de noche (1985) hasta Las trece rosas (2004) pasando por Amo tu cama rica (1991) o Los peores años de nuestra vida (1994).

Así las cosas, 8 apellidos vascos se presenta como el primer paso en el camino de la comedia costumbrista vasca formulada por la industria española con los obstáculos que se le supone a este itinerario. Se entiende, desde esta perspectiva, un abaratamiento de la carga transgresora que tan bien viste este subgénero y que consiste, básicamente, en una autocrítica feroz. Como hace Woody Allen o la nueva comedia americana con el innombrable Tío Sam, Edgar Wright con los refinados británicos, Mamet o Bogdanovic con su oficio, Wilder o los Monty Python con sus propias nacionalidades, religiones, clases… Y también las ajenas. Aunque ellos ya hayan trazado buena parte de este recorrido. Todo llegará.
 
 

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