ENTRE VAYASEMANITARRIETA Y
ELOTROLADODELACAMARENA
'8 Apellidos vascos' se postula como una de las 'revientataquillas' del curso desde una propuesta que parece edulcorar la transgresión de los
tiempos de Borja Cobeaga en 'Vaya semanita' para ensamblarla con la esencia 'cool' de
'El otro lado de la cama'
“¡Euskadi tiene un color especiaaaaal!”. La primera en la
frente. Cuando, hace ya un tiempo, comenzaron a pulular los primeros rumores sobre
un proyecto cómico que abordaría el ‘conflicto vasco’ o al
menos que se ubicaría en este entorno, uno, ciego, vislumbraba una peli ácida. Más todavía, al conocer la
implicación en el film de Borja Cobeaga y su compañero Diego San José. En
ascuas aún, este viernes saldremos de dudas pero las promociones del último
trabajo de Emilio Martínez-Lázaro (El otro lado de la cama (2002) insinúan un film bienintencionado en aras de
rozar el beneplácito general y no lastimar susceptibilidad alguna.
Comprensible.
Comprensible aunque algo desolador para el espectador sin
prejuicios que veía en la temática un filón con tanto jugo. El propio tándem
que guioniza la cinta, Cobeaga-San José, ya lo demostró en aquella época dorada
de Vaya Semanita (2003-actualidad) con el Pelanas a la caza de txipironas o Joxepo perdiendo el bote.
No obstante, hay que remarcar el sonoro fracaso en que se constituyó su traducción
-catódica- estatal, Made in China (2005),
cancelada en un suspiro por los regidores del ente público en otra práctica
propia de entidades de carácter privado. La traslación de un humor tan local no es tarea fácil. Se entiende por lo tanto que esta
primera toma de contacto desde una perspectiva cómica de la industria
cinematográfica española con el entorno abertzale se haga con suma cautela por las diferentes posturas que lo rodean. De
hecho, Borja Cobeaga viene anunciando desde 2010 su próximo proyecto: Fe de etarras. Este trabajo –para el que
también se barajó el nombre de Etarriza
como puedas- no ha fructificado y la identidad en la ficción de sus
protagonistas, miembros de la banda, parece tener la culpa. La sociedad, en
términos generales, no está preparada para una película así. O eso piensan los
señores productores.
Por otra parte, hay que recordar que el ‘conflicto vasco’ en
sí, ha sido llevado a la gran pantalla en múltiples ocasiones con resultados
varios. Desde la Operación Ogro
(1979) de Gillo Pontecorvo y musicada por Ennio Morricone sobre el atentado
contra Carrero Blanco -tema que también trató Comando Txikia: muerte de un presidente (1976), con Paul Naschy,
Juan Luis Galiardo y Toni Isbert- hasta la reciente Lobo (2004), pasando por La fuga de Segovia (1981) de Imanol Uribe, Sombras en una batalla (1993) de Mario Camus, Días contados (1994), Yoyes (2000) o La pelota vasca (2003). Desde un flanco
diferente por género y más oscuro, Eloy de la Iglesia describió con rotundidad
este entorno en El pico (1983)
mientras que Aupa Etxebeste! (2005)
ahondaba de un modo satírico en el costumbrismo vasco a través de la comedia y
sin incidir en las aristas sociales modeladas por el ‘conflicto’.
Pero este contexto no debe ocultar que Clara Lago es una
buena actriz con dotes para la comedia. Como un Karra Elejalde que, me da a mí,
salvará la cinta en buena parte. O la aidística
Carmen Machi. Y Dani Rovira pese a que se trata de su debut en el cine. No
debería importar demasiado. El tránsito del club de monólogos al plató es
práctica común en Estados Unidos donde el género cómico en el celuloide se ha
nutrido de la stand-up comedy (monologuistas)
en general y, en concreto, de Saturday
Night Live (1975-actualidad). Como se mencionaba en un post anterior, el
programa de la NBC ha sido cuna artística de iconos del género como Dan
Aykroid, John Belushi, Chevy Chase, Eddie Murphy, Billy Cristal, Bill Murray,
Martin Short, Adam Sandler, Tina Fey, Will Ferrell, Mike Myers… En la industria
patria este paso se ve con naturalidad desde la irrupción en antena y posterior
éxito de La hora chanante (2002-2005), sobre
todo, y de El club de la comedia (1999-2005) con
los Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Joaquín López o el mismo Dani Rovira que
han iniciado este tránsito.
‘Oso de Oro’
Martínez
Más allá de condicionantes externos, aunque puedan haber coartado
el film de manera interna, no hay que olvidar que 8 apellidos vascos viene firmada por Emilio Martínez-Lázaro, un
buen director cuyo talento ha quedado patente en múltiples trabajos. Empezando
por el segundo de ellos, Las palabras de Max (1979) por el que logró el Oso de Oro en Berlín. Postulados
cinematográficos lejanos a los que defiende en esta comedia de apariencia
intranscendente, pensarán muchos. Sin embargo, Martínez-Lázaro traslada coherencia
mediante una filmografía que le ha ido colocando en proyectos de mayor
envergadura pero en los que nunca ha frivolizado. Desde Lulú de noche (1985) hasta Las trece rosas (2004) pasando por Amo tu cama rica (1991) o Los peores años de nuestra vida (1994).
Así las cosas, 8 apellidos vascos se presenta como el primer paso en el camino de la comedia
costumbrista vasca formulada por la industria española con los obstáculos que
se le supone a este itinerario. Se entiende, desde esta perspectiva, un
abaratamiento de la carga transgresora que tan bien viste este subgénero y que
consiste, básicamente, en una autocrítica feroz. Como hace Woody Allen o la
nueva comedia americana con el innombrable Tío Sam, Edgar Wright con los
refinados británicos, Mamet o Bogdanovic con su oficio, Wilder o los Monty
Python con sus propias nacionalidades, religiones, clases… Y también las
ajenas. Aunque ellos ya hayan trazado buena parte de este recorrido. Todo
llegará.
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