“TRABAJA MUY BIEN”
A diferencia de lo que ocurre con la música, el común de los mortales desecha los géneros en el cine mientras se limita a glorificar a los cineastas en boga
Los géneros son una clasificación. Una guía que anticipa el
camino que se va a recorrer. Tanto las artes como otros ámbitos cotidianos los
utilizan como clasificación aunque en ocasiones excedan esa utilidad primaria
para alcanzar categoría dogmática. Es el caso del cine, disciplina que ha
trazado unos parámetros férreos aunque, a su vez, susceptibles de ser reinterpretados.
Hay que conocer las reglas para poder saltárselas.
Sin embargo, pese a la relevancia de los géneros en el
séptimo arte, son minoría las personas que se dejan aconsejar por ellos. Más
allá de los que, a lo largo de su gestación, se han dirigido de nuevo a
minorías como el terror o el western, estas categorías son obviadas con
asiduidad por el espectador medio. Un fenómeno que he podido vivir en primera
persona cuando se me pregunta acerca de la última película que he visto al
conocer que escribo un blog sobre el tema. “La última seducción’ (John Dahl),
Cold in july (Jim Mickle), En la boca del miedo (Carpenter)…”, respondo. “¿Y la
última de Terrence Malick (o Haneke o Lars Von Trier)?”. “No la he visto”,
suele ser mi respuesta. En un universo tan amplio como el cinematográfico y con
la multitud de soportes existentes la oferta es infinita, así que si me gusta
la morcilla frita con alegrías y dispongo de ella y de sus primas hermanas, ¿por
qué he de probar la esferificación de membrillo con aroma de arenque y algas
nori? En ocasiones lo hago por militancia pero suele constituirse en un
esfuerzo carente de recompensa.
Está muy bien ser una persona abierta, con amplitud de
miras. Yo no lo soy. Lo he sido en el pasado pero la experiencia me ha enseñado
que aciertas nueve de cada diez si eliges lo que te atrae en un principio. Por
eso no voy a la ópera ni escucho reggaeton, apenas veo dramas y en contadas
ocasiones he ido a un restaurante de alta cocina. Una discriminación, por
cierto, más que aceptada en la música donde está es común que a alguien le
guste el punk y deteste el jazz. En cine es sacrilegio.
Todo esto es relativo, ya que los clásicos por algo lo son y
pese a este alegato del género que puede implicar una depreciación del
virtuosismo, reconozco que mis directores favoritos son Hitchcock y Wilder
aunque disfrute como una bestia con realizadores más terrenales como Cronnenberg
-quizá éste no tanto-, McTiernan o Kevin Smith. Y es que hasta Sid Vicious
disfrutaría de un concierto de Marcus Miller. A lo que me refiero es que muy
probablemente el espectador medio no aprecie el apego al género de acción de
Terence Young, la soltura con la que se maneja en la comedia Evan Goldberg , el
dominio del tempo de Fincher, la poesía de Wes Anderson o la cara de malo de
Herbert Lom. Se limitará a decir: “Trabaja muy bien”.