jueves, 15 de mayo de 2014


 


TAMBIÉN TRAMPOSA

 'True detective' se desinfla en su desenlace en un mal común dentro de su formato aunque destaca a través de la dupla McCounaghey-Harrelson




En mi vida. Siempre me habían dado cosica las series en general. Más allá de las sitcom o de algunas con una continuidad relativa en la que se puede disfrutar de capítulos aislados nunca había seguido una serie con la única excepción del Sherlock de la BBC que, en realidad, se emitió en formato tv movie con temporadas de tan sólo tres capítulos. Y es que ésa es la primera de las pegas que le achaco a este formato y aquí va un alegato más que poco popular en lo catódico.
  
Asiduamente las series abren con festividad y despreocupación varias líneas argumentales que, parece, van a desembocar en una catarsis narrativa antológica. Asiduamente esas líneas argumentales se remachan burdamente en desenlaces decepcionantes. Es como si uno saliera del cine en mitad de Indiana Jones IV y dijera: “Pues no está mal”. El incauto desconoce el surrealista tercer acto que se avecina. Las series son, además y también asiduamente, productos por lo general de menor presupuesto y mayor metraje que un largo por lo que su calidad se resiente en apartados, para mí, trascendentales como la dirección artística, la fotografía… Son, a menudo, dirigidas por varios cineastas por lo que suelen carecer de consistencia estilística, los actores que las interpretan suelen ser peores… Y, para finalizar, creo que su narrativa capítulo a capítulo es tramposa, siempre en un tímido in crescendo hasta alcanzar el clímax en el final del episodio para dejar suelta una, si no más, incógnitas de cara a la siguiente entrega.

 
Por todo ello siempre he pensado que antes que una serie es preferible indagar en el vasto universo cinematográfico y meterte una buena ración de pelis. Más honestas, en mi opinión. Dicho esto, expuestos mis argumentos, reconozco que mi resistencia terminó el pasado fin de semana. Inquirido con frecuencia por mis conocidos, familiares y amigos; seguidores de Los Soprano, The Wire, Treme, Boardwalk Empire, etcétera, decidí que mi opinión debía tener algo de rigor y, en consecuencia, ver una serie. True detective. Lo hice porque me atraía sobremanera. El género, uno de mis favoritos, dos actores buenos, un contexto atractivo, críticas favorables, una temporada de ocho capítulos y autoconclusiva…

Bien. El sabor de boca que me ha dejado esta supuesta obra maestra de la televisión -según unos críticos que, en su mayoría, recularon, en el tramo final de la serie, cómo no- ha sido el esperado. No me ha sorprendido descubrir los errores que atisbaba y que, intuyo, se repiten con frecuencia en estos productos. Sin embargo, he de reconocer que la serie describe con maestría las personalidades y la relación de dos caracteres tan antagónicos como similares. Complejos e inquietantes. Por seguir con este rollo antiseries, creo que con tanto metraje indagar en los perfiles de los personajes es prácticamente obligatorio aunque también reconozco que los semblantes de Cohle y Hart están dibujados con atrevimiento, ingenio y coherencia. Sobre todo la de un Rust Cohle metafísico relatando el caso Lone Star tras Lone Star. Y es que lo de Mathew MacCounaughey últimamente es acojonante. Quién te ha visto y quién te ve.


True detective es, realmente, un producto por encima del cine en términos generales, si nos evadimos de los inconvenientes seriales que he descrito anteriormente. Es decir, a lo largo de sus ocho capítulos, la serie va incrementando la tensión y la intriga con varias líneas argumentales pertenecientes a una trama única mientras se adentra en los universos de Cohle y Hart y, de paso, contenta al público medio con subtramas personales. Pero, cuando llega la hora de levantar las cartas, el castillo de naipes se viene abajo.

 

'SPOILER TIME'

Lo decepcionante de True detective es, insisto, un desenlace incomprensiblemente simple. Incomprensible porque entiendo que en series como Perdidos, que se alargan de manera artificial por designios de la audiencia, los finales sean abruptos y desconcertantes. Pero en una serie de ocho capítulos rodados con anterioridad a su emisión… No entiendo. Los seguidores de la serie se preguntarán porque Cohle y Hart zanjan una investigación de 17 años bajándose a un redneck pirado. Y ésa es otra. Una serie tan personal y atípica no podía tener un malo más común. ¿Qué ha pasado con los Tuttle joder? Realmente el pirado de las cicatrices no era más que el colgado master dentro de la serie de rituales vudú que, parecía, iban, al ser destapados, hacer tambalear los cimientos políticos de Louisiana. Tampoco me quedaron muy claras las inquietantes alusiones al Rey amarillo, el compendio de  relatos de terror de Robert W. Chambers que ha batido récords de ventas tras su mención en la serie, y Carcosa.


Así que, en contra de la opinión popular, sigo prefiriendo el cine. Vale, de las casi ocho horas de metraje de True detective, seis o siete son hipnóticas pero es que ahí está el truco. Dejando a un lado el capítulo inicial que, creo, peca de un arranque poco esclarecedor y el mencionado y fraudulento desenlace, la serie es más que disfrutable. Es buena. Pero el quid de la cuestión es que patina en los mismos charcos que todas según tengo entendido y desde mi ignorancia en el tema. Es decir, es tramposa como las series en general. Probaremos con otra. En el futuro. Tras muchas pelis.

 

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