Michael Copon, Tobias Moretti o Cocodrilo Jones conforman la cima de este ensayo sobre la relatividad del ridículo cimentado en alteraciones previas con un sentido comercial como las llevadas a cabo por Margarita Carmen Cansino Hayworth o Walter Matuschanskayasky
Wilde ya barruntó en el siglo XIX la envergadura del apelativo
a través de la suplantación de la personalidad. Algunos le hicieron caso, otros
no. Se dice en los mentideros futbolísticos que Kaka estuvo a un pelo de fichar
por el Madrid en su irrupción deportiva. Estas mismas fuentes aseguran que fue
Florentino Pérez quien canceló la operación por lo cacofónico -nunca más
acertado- del apelativo del brasileño. Más tarde rectificaría con éxito dudoso,
pero como diría Lou Jacobi (Moustache) en Irma, la dulce (1963) “eso, ya es otra
historia”. No es rumor, ya que puede comprobarse fácilmente, el cambio de rumbo
llevado a cabo por la firma automovilística Mitsubishi con uno de sus modelos
más exitosos. Bautizado de la siguiente forma debido a su inspiración en el leopardus pajeros, el Pajero hubo de
redenominarse Montero en los países hispanohablantes y USA por motivos
evidentes.
Aunque cada vez menos, el verano es escaso en estrenos
cinematográficos, de ahí la proliferación de artículos y post tan intrascendentes y lúcidos como éste. Pura esencia estival.
Y es que el séptimo arte se ve, asimismo, salpicado de jocosas nomenclaturas
que alegran a uno -lo justo- el metraje más coñazo o, al menos, le surten de un
material que habita el limbo que separa la memez de los perspicaz.
Y es que el ámbito cinematográfico guarda brillantes
denominaciones que parecen sacadas de la escena pornográfica. Más allá de
juegos de palabras preconcebidos como el Gaylord Focker (o Gaylo Follen) de Los padres de él (2004) y ella (2000) o el más
inspirado diálogo de presentación del mayordomo Benson Señora en Un cadáver a los postres (1976), existen
ejemplos que parecen diseñados ex profeso
para sobremesas cannábicas.
Quizás en este escenario tenga un lugar destacado Tobias
Moretti, actor austriaco de madre italiana, conocido por su papel
coprotagonista junto al perro Rex, un policía diferente (1994). Referentaco. No le va a la zaga Michael Copon. Habitual
de series como Power Rangers (1993) o One tree hill (2003), a Copon le queda un
trecho para ganarse el respeto de la profesión.
No se puede decir lo mismo de Bill Condon, autor de Dioses y monstruos (1998), precursor de la saga
Crepúsculo y responsable de la
inminente Mr. Holmes (2015) sobre el agitado retiro de Sherlock. Su apellido
(condon se dice igual en inglés) no le ha supuesta mofa alguna y decidió
mantenerlo con entereza para la masa. Tres cuartos de lo mismo ha sucedido con
Eduardo Chapero-Jackson (Verbo, 2011) quien
ha debido aclarar en más de una ocasión que su apelativo no es un nombre
artístico.
Mis más sinceros respetos para quienes no capitularon ante
los requerimientos más superfluos de la industria y decidieron mantener las
muescas que su estirpe dibujó en el DNI. No lo vieron de tal forma auténticos
iconos como Norma Jeane Mortenson o Marilyn Monroe, Demetria Gene Guynes o Demmy
Moore, Allan Stewart Königsberg o Woody Allen, William Henry Pratt o Boris Karloff,
Krishna Banji o Ben Kingsley, Jennifer Annasstakis o Jennifer Anniston, Walter
Matuschanskayasky o Walter Matthau, Carlos Ray o Chuck Norris… Hay
quien pretende recuperar sus raíces como Charlie Sheen quien aparece como
Carlos Esteves en algún los créditos de algún trabajo reciente. Y quien lo hizo
por imposición en la práctica como Michael Keaton, Michael Douglas en realidad.
Incluso ésta quien, en un ejercicio de independencia, renuncio a la nobleza
cinematográfica para labrarse un camino propio como Nicolas Kim Coppola o
Nicolas Cage.
Tras este sinsentido veraniego de estupideces
cinematográficas, me permito cerrar el post con la más garbosa que me he
encontrado en los últimos tiempos: Cocodrilo Jones: el hijo de Indiana Dundee (1990). Cine filipino de alta alcurnia que acoge
títulos con astutos malabarismos polilingüísticos como Super Wan-Tu-Tri (1985). Si alguien las ve, que me avise.
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